martes, 1 de octubre de 2013

Perros de caza abandonados

     Buena parte de los perros atendidos en la Protectora de Animales  pertenecen a razas cazadoras, en su mayoría podencos que no sirven para la caza, no les gusta a sus dueños, están enfermos o simplemente ya son viejos, en otras ocasiones se han perdido.
     Todo esto suele coincidir con los finales de temporada y algunos desaprensivos abandonan el perro a su suerte sobre todo si no están identificados, aunque como en el caso de Aragón es obligatorio el chip de identificación en el cuello del perro
  Cuando un perro está enfermo el veterinario lo puede ver y con un tratamiento puede mejorar y si no tiene cura el le puede poner una inyección para acabar con su vida y el animal no padezca pero nunca abandonarlo a su suerte.
     Son muchos los perros de caza que cada día son abandonados cuando sus “amos” deciden que ya “no les sirven” para los fines para los que fueron educados. Y lo peor del abandono es que, la mayoría de las veces, se encuentran en un estado lamentable, pues han sido maltratados o torturados por esos que se hacen llamar “sus dueños”, o simplemente abandonados a su suerte por las carreteras y los montes.



     Galgos, bracos, pointers, podencos... razas que gozan de gran popularidad debido a su absoluta lealtad, buen carácter y obediencia (por algo fueron elegidos por los cazadores) y, sin embargo, son desterrados y rechazados cuando ya no sirven para cazar. Los perros de caza que van deambulando suelen presentar el peor estado de abandono y además, ninguno lleva el microchip de identificación, algo que imposibilita buscar responsabilidades.
        En los últimos años se han dado ya algunos pasos para la defensa del galgo en España, ante el ascenso imparable de abandono y maltrato que sufre dicha raza en la mayoría de las Comunidades Autónomas españolas.
     La cría de animales sin control, ni por parte de la Administración ni por las propias federaciones; la falta de identificación de los animales y la ausencia del censo de perros en cada municipio por el propio Ayuntamiento o la dejadez por parte de la administración a la hora de vigilar el cumplimiento de toda la normativa que publica.
     Todo esto favorece, aparte del abandono, maltrato y demás aberraciones de todos conocidas: la cría y la venta clandestinas y, lo que es más grave aún, 
el exterminio clandestino, tanto por parte de particulares como el que tiene lugar en establecimientos gestionados por empresas privadas a los que se les pide, como único requisito para realizar este servicio, estar declarado núcleo zoológico y tener un servicio veterinario que raramente se controla. 

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