jueves, 4 de mayo de 2017

¿Es verdad lo de que hay Jabalí escudero?

     El escudero en la especie jabalí sería un machete joven que acompañaría en sus correrías nocturnas al viejo macho, al macareno que se las sabe todas y del que intentaría aprender parte de su dilatada experiencia. A cambio, para beneficio de su jefe y por ir siempre por delante de él, le serviría de aviso en caso de detectar algún peligro, exponiéndose, en el peor de ellos y si se confía demasiado, a pagar con su vida el error y librando con ello al viejo jabalí. Como digo, hasta aquí la teoría que entra casi en el terreno de la leyenda y que da un aliciente más a nuestras esperas.
El escudero acompaña al jabalí viejo, solitario, resabiado, egoísta, gruñón y, sobre todo, desconfiado. Tiene en su anatomía las señales de cien batallas, Algunos creen que un buen macareno solo se agenciará un escudero cuando por la edad falle alguna de sus facultades.
 Bastantes aguardistas aseguran haber visto al supuesto ‘ayudante’ salir solo varias veces a comer al cebadero mientras escuchaban nítidamente al ‘jefe’ moverse entre el monte, pero siempre a cubierto y sin decidirse a salir a comer exponiendo su vida. Pero ese macho joven que en ocasiones paga con su pellejo su glotonería y escasa prudencia, ¿era realmente el escudero?

    El guarro viejo, aunque no lleve siempre a otro jabalí como escudero, se escuda en los rastros y señales de otros bichos como zorros, tejones o pájaros que son los que le van avisando de los posibles peligros. Además, controla los ruidos y olores extraños que encuentra en sus itinerarios. Es por estas precauciones que toman por lo que llegan a viejos. 
    El cochino adulto, en la época de celo, no permite que alrededor de las cochinas haya otros machos que considere rivales, incluyendo a los jóvenes. Estos machetes expulsados de las piaras empiezan a hacer su vida en solitario y, a veces, se encuentran con un macho viejo y se unen a él. Una unión que, por parte del veterano, no siempre es bien aceptada, al menos al principio. En esta alianza, el macho viejo sigue ‘haciendo su vida’ sin preocuparse mucho del joven que le sigue a todas partes pero aprovechándose de que ahora son dos narices a oler en lugar de una, y sin usar ‘conscientemente’ a su nuevo compañero como escudo protector, aunque en más de una ocasión éste puede salvarle de algún peligro. Esta asociación puede durar días o años en función de que el joven no suponga una amenaza real para el veterano.
    Por último está la opinión de que el viejo macho, aunque no tenga un escudero ‘fijo’, puede utilizar a algún borregón en las ocasiones en las que intuye un peligro, dejando que el joven tome la iniciativa ante el peligro.