En primer lugar, recordemos que el corzo es una especie criadora en día
largo a diferencia de otros cérvidos. Esta particularidad en el comportamiento
reproductor le permite obtener el máximo rendimiento, al hacer coincidir su
mejor momento energético y de disponibilidad de alimento con la capacidad de
concepción. Así, el
celo en el corzo se produce en pleno verano, entre los meses de julio y agosto,
a diferencia de ciervos y gamos, que tienen su ciclo en otoño. Evidentemente,
esta particularidad reproductiva del corzo no es un fenómeno fisiológico
aislado del animal; al contrario, está condicionada y condiciona a su vez toda
su fisiología y evidentemente también su comportamiento social y el calendario
de la muda y regeneración de la cuerna.
Los corzos adultos tienen tendencia a desmogar antes. Por otra parte, los corzos más jóvenes tienen cierto retraso en la
época de desmogue, especialmente en su primera cabeza (o cuerna en realidad),
ya que estos corcines si han producido los primeros mogotes en el otoño se
desprenderán de ellos en diciembre o enero y hasta bien entrado mayo no estarán
descorreando. El descorrear temprano ofrece a los corzos sanos y fuertes la
ventaja de ocupar y defender antes los terrenos más acogedores y propicios pero
eso exige un mayor desgaste -más meses defendiéndolo frente a intrusos lo que exige un plano sanitario y energético
superior, de ahí que se diga que los corzos mejores desmogan antes.
De esta forma, una vez que el corzo
finaliza la época reproductiva, cesa el comportamiento territorial y se hace
más tolerante con sus congéneres, llegando a reunirse en grupos durante el
invierno, situación insólita durante la época reproductiva, en la que los
ejemplares de esta especie manifiestan intensamente su carácter territorial. En
el noroeste peninsular, a partir de finales de octubre o primeros de noviembre,
comienza a producirse el desmogue en otras zonas, antes. La mayor parte de los
corzos perderán la cuerna a lo largo del mes de noviembre o incluso más tarde,
pues en los últimos años se observan cada vez con más frecuencia ejemplares que
mantienen la cuerna del año anterior en pleno invierno. La norma general es que
al inicio del invierno todos los machos de más de un año se encuentren
desmogados y parte de ellos presenten la nueva cuerna en pleno proceso de
formación es necesario aclarar que en otras latitudes y a diferente altura este
proceso de renovación de la cuerna se adelanta considerablemente sobre lo
comentado para el noroeste peninsular como norma general. Todo esto hace que,
coincidiendo con los días más cortos del año, el corzo comience a desarrollar
el nuevo trofeo, aunque es el momento más desfavorable del año desde el punto
de vista de los recursos que puede ofrecerle el medio, con menores fotoperiodos
y dieta más escasa.
Una vez que se ha producido el
desprendimiento de la cuerna, la solución de continuidad sobre el pivote se
ondula ligeramente y su superficie se convierte posteriormente en piel con
nervios y vasos. A partir de aquí se formará una nueva estructura de tejido
cartilaginoso, que posteriormente se irá convirtiendo en hueso mediante un
proceso convencional de osificación, con el aporte de calcio, fósforo y otros
minerales. Este proceso dura unos cien días. La piel que cubre el trofeo
durante su formación «borra», es uno de los tejidos más inervados del
animal, por lo que la cuerna en crecimiento es muy sensible a cualquier
agresión. De esta forma, poco
a poco la estructura osificada se libera de la capa cutánea y, con los restos
de fluidos y tejidos de origen animal y vegetal, así como con partículas del
medio, se colorea paulatinamente de forma característica el trofeo del corzo.
En el mes de octubre, en la frontera entre
el pivote y el nacimiento del cuerno, aparecen células destructoras del hueso
que hacen desaparecer la sustancia ósea en una zona muy concreta, hasta que el
cuerno se desprende. Este desprendimiento arrastrará una pequeñísima parte del
hueso del pivote, de manera que éste cada año sistemáticamente es algo más
corto.
Tal como vemos, la formación de la cuerna
es un proceso complejo en el que pueden influir numerosos factores: la
estructura de la población de corzos, la densidad de animales, las eventuales
alteraciones del sistema endocrino, la formación o disponibilidad de vitaminas,
las enfermedades, las alteraciones causadas por el hombre y el influjo de otros
ungulados.
Cuando las densidades de los animales superan la capacidad del hábitat, bien por una sobrepoblación, lo cual, además de menores recursos, implicará mayor competencia y estrés entre los ejemplares, o bien por condiciones adversas que modifiquen la calidad del hábitat.
También las enfermedades y la presencia de
parásitos pueden contribuir a que la cuerna sea más débil y escasa, debido a
alteraciones en el metabolismo o a la pérdida de energía. Es difícil demostrar
la influencia de estos factores cuando el animal vive libre y salvaje, pues no
se pueden repetir las condiciones para comprobar el efecto.
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