Tenemos el otoño encima y con él un
momento clave para los ciervos, como cada año, desde principios de septiembre dependiendo de la
situación geográfica y la evolución climatológica los venados entran en celo y
se aparean con las ciervas ofreciendo un hermoso ritual que no deja indiferente
a quien tiene la suerte experimentarlo.
La berrea se produce entre los últimos días
del verano y los primeros del otoño, desde luego una fecha extraña pues la
mayoría de especies suelen realizar sus apareamientos en primavera. Pero en el
caso de los ciervos no es así, esto se debe a que las hembras han adaptado el
momento de su ovulación para conseguir que los partos y lactancia se produzcan
en las fechas en las que disponen de mayor alimento, que suele ser a finales de
la primavera o principios del verano. Años en los que las lluvias son abundantes a
finales de verano la berrea es más acusada, mientras que en temporadas de mayor
sequía el romquido de los machos no se oye tanto. Este año en la Sierra de
Albarracin hemos tenido un verano muy seco y las lluvias otoñales se hacen
esperar por lo que la berrea va siendo floja y larga siendo los berridos
aislados y distantes.
Cuando los machos están bien localizados
en sus territorios serán más sencillos de cazar en esos momentos en los que las
hembras no están con ellos. Si viene con abundancia de agua y comida, debemos
buscar a los ciervos con sus harenes y poner más cuidado cuando hagamos la
entrada final pues las ciervas mantendrán mucho mejor la guardia durante todo
el celo.
En caso de ser un año malo, el celo no
arrancará hasta bien entrado septiembre mientras que si viene con lluvias
abundantes desde finales de agosto y el otoño hace acto de presencia en septiembre los machos empezarán a marcar el territorio y a bramar.
Conocer bien por qué y cómo se produce
el celo es una de las mejores formas de obtener buenos resultados en nuestros recechos
en la berrea, incluso una excelente manera de planificar cuándo debemos salir
en función de la evolución del verano y el otoño para evitar presentarse a
cazar muy pronto o muy tarde.
Si somos capaces de "leer" el suelo, para ello tendremos que tener algo de humedad en el terreno, guiándonos por las huellas que nos encontramos podremos establecer de forma aproximada
la envergadura y edad del animal, si es este joven o adulto, si pasaba
tranquilo o corriendo, en grupo o solitario etc.
Debemos llegar al cazadero con antelación
suficiente, a poder ser incluso de noche, y una vez acomodado escuche con atención
por donde braman con más intensidad los ciervos, de esta forma podrá encaminarse
al lugar de donde proceden los berridos o cambiar de zona y dirigirse donde los
estemos oyendo antes de que empiece a clarear.
En el caso de que apenas haya intensidad
de berridos, hay que andar muy listos y esperarles por zonas donde suelan carear
antes de que la mañana empiece a despuntar, si en el momento de salir el sol no
se escucha a ninguno berrear, lo mejor que podemos hacer es recoger nuestro
equipo y buscar otra ocasión mejor.
La estrategia, aparentemente sencilla,
consiste en aproximarse al macho elegido, sin darle el aire y aprovechando el
relativo descuido por su seguridad que experimentan en época de celo. Se trata
de un rececho, en el que basta con echarse al monte a las horas de anochecida
y/o amanecida, cuando podremos escuchar los berridos; unos sonidos que nos
servirán para localizar al ciervo al que el cazador deberá acercarse
sigilosamente para después tratar de abatirlo. Muy fácil en la teoría pero sumamente
difícil puestos en la práctica.
El buen cazador de
berrea es aquel que es capaz de moverse de forma sigilosa, deslizándose con
suma delicadeza, y sabiendo aprovechar los ensordecedores berridos para
realizar los movimientos más complicados.
Las paradas
deberán ser, obligatoriamente, muy numerosas, puesto que son imprescindibles
para reconocer el terreno correctamente y para poder llegar a
determinar de
dónde surgen los berridos.Si el terreno,
todavía se encuentra demasiados seco y presenta unas condiciones en las que es imposible
caminar sin delatar nuestra presencia, tal vez lo mejor sea buscar un lugar
querencioso para situarse tranquilamente a la espera. Para ello lo mejor es
buscar los lugares por
dónde suelan carear las hembras y apostarnos por allí.
Aparte de los
cebaderos, las bolas de sal y los consabidos puntos de agua, existen otros
lugares
concretos, conocidos como “plazas o picaderos”. Se trata de arenales abiertos
de vegetación a
donde los ciervos acuden con asiduidad
durante la berrea, resultando
también ser unos
sitios estratégicos para esperarles.
La opción de la
espera presenta demás una ventaja respecto al rececho propiamente
dicho, al evitar
desplazarnos será mucho más difícil que nos descubran. Para ello deberemos
buscar un lugar alto, desde donde veamos lo máximo posible.
En cuanto al disparo debemos tener en cuenta
que normalmente tiraremos sobre un
animal que se
encontrará parado y que además no debe saber nada de nuestra
presencia, conviene
acercarse lo máximo posible y casi con seguridad tendremos la posibilidad de
apoyarnos correctamente.
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